TEMA 41. ENFERMEDADES CONVULSIVAS

La Reflexión para este día se titula: enfermedades convulsivas. Particularmente quiero tratar de epilepsia.
Todos sabemos que es una enfermedad cerebral, que va acompañada con fuertes convulsiones con pérdida del conocimiento. Con todo el arrollador avance tecnológico, la medicina tradicional no la puede curar, se la controla con medicación. Esta enfermedad no respeta ningún estracto social. En la época de la conquista Romana hubo un general y Dictador llamado Cayo Julio Cesar que fue epiléptico y tenía a su servicio particular un esclavo para que lo asistiera cada vez que sufría los ataques. Los antiguos llamaban a esta enfermedad: “La enfermedad de los dioses”. ¿Por qué en la actualidad no es posible curar esta enfermedad? ¿Cuál es su origen? ¿Hay esperanzas para estas personas? Como siempre la Biblia que es la palabra de Dios, nos enunciará el problema y también nos dará la solución. En el Evangelio de S. Lucas cap. 9, versículos 37 al 43, dice: 37. “Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38. Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
39. Y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces; y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
40. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
42. Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
43. Y todos se admiraban de la grandeza de Dios”. Amable oyente: Para aquellas personas que tengan este problema: busque al Señor de todo su corazón y clame, pidiendo que el Señor expulse a ese demonio de muerte. No demore un minuto más, ponga su fe en acción y verá el resultado. Salmos 13:3, dice: “Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte”.
Que el Señor lo bendiga abundantemente. Un amigo en el Señor.